Un límite móvil, entre la vida y la muerte
- Lisandro Perrone
- 25 abr
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 7 may

Es increíble que en pleno universo frío y oscuro exista un lugar lleno de vida como la Tierra. Somos parte de un planeta pequeño pero floreciente en medio del universo infinito.
Hoy la Tierra se desangra. Hemos perdido toda capacidad de sensibilizarnos con la belleza del territorio que habitamos. Sólo lo concebimos como fuente de recursos productivos.
Hace poco más de medio siglo, nos urge la necesidad de recuperar el poder de asombro ante la majestuosidad de la Tierra. Hemos aceptado la perversidad de nuestro accionar sobre ella en pos de un beneficio propio.
Hoy, en el antropoceno del mundo, y con poco margen de maniobra, debemos recuperar además, la capacidad para revertir los daños y evitar la propia extinción. El impacto global producido en el período cuaternario de esta era terrestre, ha marcado una huella irreversible.
¿Por qué no hemos actuado entonces? ¿Qué más necesitamos para dejar de ser dominadores y actuar en resonancia con la Tierra?
¿Somos conscientes del vínculo que establecemos con los paisajes que habitamos?
Ekaterina Gelroth indaga sobre las orillas del Río Negro, sus ritmos y características. Refelxiona sobre la forma en que este límite móvil entre la vida acuática y terrestre, posee una carga de información genética presente en el territorio, que nos devuelve una fotografía de nuestra interacción con el mismo.
Siendo entrerriana, mantiene un fuerte vínculo con el paisaje litoraleño, estableciendo lazos con el río, desde donde indaga sobre los cambios físicos que presentan las orillas. De esta manera profundiza su relación con el espacio que la acoge.
En su obra, su cuerpo-territorio toma una dimensión afectiva y simbólica que se vincula con un territorio-paisaje que, en sus orillas, está cargado de saberes, memorias y heridas. Las heridas se vislumbran a partir de presencias y ausencias que percibe y se reflejan en ambos territorios: cuerpo y paisaje. La obra se compone entonces mediante un paisaje somático performativo que se fundamenta en la transformación y variación de los ritmos de las orillas.
En su cuerpo, mediante acciones coreográficas basadas en el intercambio bio-cultural con el paisaje, representa las luchas de un territorio resiliente. Su cuerpo es esa orilla que viene y va en una danza cambiante, que muere y resiste ante los devenires del paisaje, construyendo conexiones que revelan operaciones conceptuales y estéticas de una naturaleza ritual.
La producción de Ekaterina se mueve, poética y conceptualmente como esa orilla de límites móviles, retratando el límite entre una pulsión de vida y una pulsión de muerte, en una pintura performativa de gran escala, cuya mano-cuerpo se desliza para componer un territorio-paisaje que en su lenguaje pictórico, pregnante y gestual, brega por comprender y habitar el territorio y recuperar la memoria de un paisaje.
César Núñez – Diciembre de 2022

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